11 octubre, 2006

Esclavos Africanos en América

Se podría decir que América tiene una deuda con África por el retroceso civilizatorio que le produjo la esclavitud con destino a nuestras costas. Se estima que desembarcaron en las mismas no menos de diez millones de “Piezas de Ébano”, lo que implica una sangría de unos sesenta millones de seres humanos, en base al cálculo de que por seis victimas de este tráfico sólo llegaba una con vida al puerto en que era subastada. Para varios autores, elevar a veinte millones la cifra de los esclavos introducidos en América no es una exageración, en cuyo caso el costo total de la sangría excedería las cien millones de personas. Para entender lo que esto significaba entonces en términos demográficos, bastaría el dato de que al comenzar el siglo XIX, Buenos Aires tenía una población de apenas cincuenta mil habitantes.
Si bien a los esclavistas sólo les interesaba sus brazos, no pudieron impedir el desembarco e irradiación de un abigarrado mosaico de culturas, resultado de la misma diversidad étnica de esta población transplantada. Tal es el origen de lo que, especialmente en el ámbito del Río de la Plata, se dieron en llamar “Naciones”. A pesar de la interculturación que se operó entre los diversos grupos en las plantaciones, los cultos afroamericanos que al final de este proceso se consolidaron no perdieron en América Latina (aunque sí en casi todo Estados Unidos) un anclaje en determinadas culturas de la costa occidental del África, entre las que se destacan la Yorubá de Nigeria (“Nagô” para los brasileros, y “Lucumí” para los cubanos), y la Fon del actual Benín (“Gêge” en Brasil, y “Arará” en Cuba). […]
[…] En otro aspecto de nuestra deuda con África es la escasez de estudios sobre la historia social y cultural de estas poblaciones transplantadas, lo que se hace muy notoria si lo comparamos, por ejemplo, con los referentes a los grupos indígenas. A pesar de los importantes estudios que se realizaron, queda mucho por investigar respecto a esta fuente imprescindible de nuestra cultura mestiza, y aún más por reconocer, por legitimar. […]
[…] Hoy en los pueblos negros se debate un duro dilema: la asimilación total a la cultura dominante por deculturación progresiva, o la recuperación de su cultura y su historia. […]

Extraído del libro "El Candombe", de Rubén Carámbula. Ediciones Del Sol.